Una historia del Medio Oriente moderno, Capítulo Trece (Parte V)

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Autores: William L. Cleveland y Martin Bunton.
Traducción al español, Karen Martínez García.
El mandato de Palestina y el nacimiento del régimen de ocupación de Israel. Parte V.                         
La Segunda Guerra Mundial y el nacimiento del régimen de ocupación de Israel.
Respuestas al Holocausto.
 Los eventos en tiempo de guerra fuera de Palestina ejercieron una influencia considerable en el estado del futuro problemático, mandato británico. El evento de mayor alcance fue el Holocausto, el asesinato sistemático de millones de judíos europeos y de otros en los campos de exterminio de Hitler. Cuando se conoció el alcance de las atrocidades nazis, la conciencia pública de Occidente llegó a abrazar la idea de que el asentamiento de los judíos sobrevivientes en Palestina podría expiar los horrores que la civilización occidental les había infligido. Esta actitud fue especialmente prominente en los Estados Unidos. Dejando de lado la falta general de entusiasmo que había caracterizado su actitud hacia el sionismo durante los años de entreguerras, muchos judíos estadounidenses se convirtieron en ardientes partidarios de un estado judío en Palestina. La expresión pública más contundente de esta posición estaba contenida en el Programa Biltmore, un conjunto de resoluciones adoptadas en una reunión de sionistas estadounidenses en 1942 que pedían una inmigración abierta a Palestina y el establecimiento de una comunidad judía.
 A raíz de la reunión de Biltmore, Estados Unidos se convirtió en el centro de la actividad sionista internacional, y los sionistas estadounidenses y palestinos se embarcaron en una intensa campaña publicitaria para involucrar al electorado de los Estados Unidos y los políticos estadounidenses en el tema de Palestina. El presidente Harry Truman, desde su llegada a la Casa Blanca en 1945 y a través de su campaña de reelección de 1948, aprobó públicamente el Programa Biltmore, demostrando no sólo preocupaciones humanitarias sino también una conciencia del creciente poder del lobby sionista dentro del Partido Demócrata. El compromiso de Truman con la creación de un estado judío fue significativo porque Estados Unidos, con su economía industrial en expansión y su poder militar sin precedentes, emergió de la guerra como una superpotencia global capaz de ejercer una presión inmensa sobre sus aliados.
 Dentro de la propia Palestina, la política de Gran Bretaña en tiempos de guerra tenía la intención de mantener tranquilo el mandato. Buscando evitar otro estallido de violencia como la revuelta de la etapa 1936–1939, la administración británica impuso restricciones a la actividad política árabe y se negó a permitir el regreso de los líderes árabes exiliados. Como resultado, la comunidad árabe, aún conmocionada por los efectos de la supresión británica de la revuelta, estuvo políticamente inactiva durante la guerra.
 Por su parte, como hemos visto, el Yishuv respondió a las circunstancias de la guerra con dos políticas en conflicto: por un lado, se comprometió con el esfuerzo de guerra británico contra Hitler; mientras que por otro lado, intentó subvertir el Libro Blanco de 1939 y prepararse para un enfrentamiento armado con Gran Bretaña una vez que Alemania fue derrotada.
 En apoyo de la causa aliada, miles de voluntarios judíos se unieron a las fuerzas británicas, formando finalmente una Brigada judía que luchó como una unidad del ejército británico en Italia. La experiencia moderna de combate que las tropas judías, que lucharon junto a los soldados británicos, ganaron durante la guerra proporcionaron a la Haganah un cuadro de veteranos entrenados para luchar contra Gran Bretaña después de 1945. En Palestina, la administración británica le permitió a Haganah, aunque técnicamente ilegal, adquirir armas abiertamente y participar con las fuerzas británicas en los preparativos para la defensa de Palestina contra una invasión anticipada del Eje. Cuando la amenaza del Eje disminuyó después de 1942, los miembros de Haganah retuvieron sus armas y su íntimo conocimiento de la red militar británica en Palestina.
 A pesar del sentimiento antinazi permanente en el Yishuv, sus líderes continuaron considerando la presencia británica en Palestina como el principal obstáculo para el cumplimiento de su sueño de establecer un hogar nacional judío. A la luz de lo que se estaba conociendo sobre el destino de los judíos europeos, la insistencia de Gran Bretaña en hacer cumplir las cuotas de inmigración de 1939 parecía ser una injusticia monstruosa, y la Agencia Judía realizó un esfuerzo concertado para rescatar a los judíos europeos y llevarlos a Palestina ilegalmente. La Agencia Judía Contrataba barcos, los cuales muchas veces, que apenas contaban con un buen estado para navegar, y transportó a refugiados fuera de los puertos en el sur de Europa y los llevó a la costa de Palestina. Cuando las autoridades británicas rechazaron los barcos llenos de refugiados o detuvieron a los buques y enviaron a sus pasajeros a los campos de detención en Chipre, aumentaron la determinación del Yishuv de deshacerse del control británico. Estos incidentes fueron muy publicitados y se utilizaron para reforzar la afirmación sionista de que sólo un estado judío podría proporcionar un refugio para las víctimas desarraigadas de la brutalidad nazi.
El terror y la Guerra intercomunal.
 Hubo tres fases del conflicto que dieron origen al estado de Israel y confirmaron su existencia: la primera fue la campaña de sabotaje de Yishuv contra la administración británica en Palestina desde 1945 hasta 1947; el segundo fue la breve guerra intercomunal entre las comunidades árabe y judía de Palestina en 1947 y 1948; y el tercero fue la guerra de 1948 entre Israel y las fuerzas invasoras de los estados árabes. Cada una de estas fases estuvo acompañada por una serie de actividades diplomáticas que no lograron producir un acuerdo aceptable tanto para árabes como para judíos.
 La primera fase del conflicto fue parte de la estrategia contenida en la decisión de la Agencia Judía, tomada hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, para impulsar el establecimiento inmediato de un estado judío. Los líderes sionistas en Palestina, ahora más que nunca guiados por las opiniones de Ben-Gurion, concluyeron que debido a que Gran Bretaña no patrocinaría el desarrollo gradual de un hogar nacional judío al eliminar las cuotas de inmigración, el estado judío tendría que ser tomado por la fuerza. Esto se lograría haciendo insostenible la posición de Gran Bretaña en Palestina.
 Ben-Gurion no tuvo la intención de enfrentarse a Gran Bretaña hasta que la guerra terminó. Sin embargo, otros elementos dentro de la comunidad judía eran impacientes. Dos unidades armadas irregulares que operaban independientemente del control de la Agencia Judía, aunque a veces con su aprobación tácita, lanzaron una campaña de terror contra el personal británico en 1944. La más importante de las dos unidades fue el Irgun, una organización ferozmente nacionalista que sirvió como el brazo militar del sionismo revisionista. El Irgun consistía en un núcleo dedicado, de militantes sionistas que defendían una política de represalias contra los civiles árabes y el personal británico. Aunque las tácticas terroristas de Irgun a menudo desacreditaban a la empresa sionista en su conjunto, su despiadada mentalidad atraía a cierto segmento de la comunidad judía que creía que cualquier acción emprendida en la causa de la creación de un estado judío estaba justificada. En 1943, el Irgun quedó bajo el mando de Menachem Begin, un inmigrante reciente de Polonia que dirigió la organización hasta su disolución en 1948 y que luego llevó su espíritu de militancia sin compromisos a la política israelí. La otra unidad militar disidente, Lehi (a menudo llamada la pandilla Stern después de su fundador, Abraham Stern), era mucho más pequeña y menos efectiva como fuerza de combate pero era capaz de actos aislados de terror, como el asesinato en 1944 del Ministro de Estado Británico para el Medio Oriente, Lord Moyne.
 La Agencia Judía se unió al conflicto en 1945, cuando las unidades de la Haganah emprendieron una serie de actos bien coordinados de sabotaje contra las comunicaciones británicas en Palestina. La corriente principal del sionismo palestino había ido a la guerra contra Gran Bretaña. Durante los siguientes dos años, la presión combinada del sabotaje de Haganah, el terror de Irgun (como el estallido de un ala del Hotel King David en Jerusalén en 1946) y la opinión de los Estados Unidos colocaron a Gran Bretaña en una posición imposible. En febrero de 1947, el Secretario de Relaciones Exteriores Ernest Bevin, reconociendo que Gran Bretaña había perdido el control de la situación en Palestina, remitió el asunto a las Naciones Unidas.
 La solicitud de Bevin para que las Naciones Unidas formulen una solución al mandato de Palestina, fue seguida por varios meses de febril actividad diplomática centrada en las Naciones Unidas con sede en Nueva York y en la Casa Blanca, Washington. La Asamblea General creó el Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina (UNSCOP en sus siglas inglesas) y se le designó investigar las condiciones en Palestina y de presentar recomendaciones antes del 1 de septiembre de 1947. Integrado por representantes de once países, el Comité llegó a Jerusalén en junio y pasó cinco semanas en Palestina. El comité encontró que los judíos aún eran una minoría considerable, que constituían sólo un tercio de la población y que poseían aproximadamente el seis por ciento de la tierra total en Palestina. Sin embargo, el comité también sintió un sentido de urgencia, tanto por el deterioro de las condiciones en Palestina como por la situación de los refugiados judíos de Europa. En su informe a la Asamblea General, UNSCOP recomendó por unanimidad la terminación del mandato británico y la concesión de la independencia a Palestina. Pero el Comité se dividió, por un voto de ocho a tres, sobre qué tipo de Estado debería ser la Palestina independiente. El informe de la minoría pedía un estado federal. El informe mayoritario recomendó la partición del mandato en dos estados, uno árabe y otro judío, y Jerusalén fue designada como un distrito internacionalizado. Aunque las disposiciones del informe de la mayoría distaban de ser perfectas, ofrecían la posibilidad de estados árabes y judíos independientes dentro de Palestina. Los líderes sionistas respaldaron el informe; pero los líderes árabes lo rechazaron.
 El presidente Truman, que apoyaba totalmente la creación de un estado judío, estaba decidido a lograr la aprobación del informe mayoritario. Debido a que la propuesta requería un voto mayoritario de dos tercios en la Asamblea General y porque Washington supuso que la Unión Soviética y sus aliados se opondrían, se esperaba que la votación fuera cerrada. Truman, desafiando el consejo de sus propios departamentos de Estado y Defensa, cuyos jefes reconocieron la utilidad de mantener relaciones cordiales con los estados árabes recién independizados, lanzó un extenso esfuerzo de cabildeo en nombre del informe de la mayoría y los miembros pro-sionistas del Congreso, presionaron a los delegados de la ONU con amenazas de que se retiraría la asistencia económica de los Estados Unidos a sus países si no votaban a favor de la propuesta de UNSCOP. Cuando se realizó la votación nominal el 29 de noviembre de 1947, hubo treinta y tres votos (incluido el de la Unión Soviética) a favor, trece en contra y diez abstenciones: la Asamblea General aprobó la partición de Palestina en estados árabes y judíos separados y otorgado estatus internacional a Jerusalén. Como escribió Charles Smith: “Cualquiera que sea la naturaleza del logro sionista en Palestina, la victoria en las Naciones Unidas se ganó esencialmente en los Estados Unidos”(1). Esa victoria y las políticas que surgieron de ella han influido en las relaciones entre los Estados Unidos y los países árabes desde entonces.
 A lo largo de los meses de negociaciones, la comunidad árabe palestina fue curiosamente marginal en las discusiones. Desde que los británicos habían desmantelado el Comité Árabe Superior y el Consejo Musulmán Supremo en 1936, los árabes palestinos habían estado sin un liderazgo efectivo. Ante la ausencia de un liderazgo unificado dentro de Palestina, la responsabilidad de presentar el caso árabe palestino quedó en manos de la Liga Árabe y sus estados miembros. No obstante, los regímenes árabes de la posguerra, especialmente aquellos en estados clave como Egipto, Siria e Irak, enfrentaron una creciente inquietud doméstica. La elite gobernante de estos regímenes, ansiosa por apuntalar el apoyo interno, adoptó una postura de línea dura sobre el tema palestino como un medio para demostrar su antiimperialismo y afirmar su nueva independencia en la política exterior. En nombre de los palestinos, rechazaron todos los intentos de compromiso, incluido el plan de partición de la ONU, asegurando a los árabes de Palestina que estaban listos para defenderlos militarmente. Era una postura auto-engañosa.
 El desorden dentro de Palestina se intensificó por la negativa de Gran Bretaña a asistir en la implementación del plan de partición de la ONU. Cuando se presentó el informe de UNSCOP a la ONU, Gran Bretaña no esperó la votación de la Asamblea General e inmediatamente anunció en septiembre de 1947 que el mandato de Palestina terminaría el 15 de mayo de 1948. En los meses transcurridos entre el anuncio y la retirada británica final, Palestina se hundió en el caos. Este fue el período de guerra intercomunal durante el cual las fuerzas judías buscaron asegurar el territorio asignado al estado judío en la resolución de la ONU. Como la mayor parte de ese territorio aún estaba habitado por una mayoría árabe, naturalmente hubo resistencia árabe. Sin embargo, las dispersas bandas árabes no eran rivales para las fuerzas disciplinadas de Haganah, y en la primavera de 1948 los principales centros de población árabe que caían dentro del estado judío propuesto estaban bajo control judío y los habitantes árabes, unos 400.000 palestinos, habían huido. Durante el curso de la guerra intercomunal, el Irgun perpetró uno de sus actos más notorios: masacró a los 250 habitantes civiles de la aldea de Dayr Yassin, cerca de Jerusalén. La noticia de la masacre se extendió entre la población árabe y contribuyó al pánico que hizo que muchos huyeran de sus hogares. Una unidad árabe tomó represalias por Dayr Yassin, al emboscar a un convoy de ayuda médica judía en las afueras de Jerusalén y que mató a varios médicos. Así, la atrocidad se construyó sobre la brutalidad, en el territorio que aún era responsabilidad de Gran Bretaña.
 A lo largo de la guerra intercomunal, la administración británica hizo pocos esfuerzos para hacer cumplir el orden, concentrándose en cambio en los preparativos para su retiro. El 14 de mayo de 1948, en medio de la agitación, el último alto comisionado británico, el general Alan Cunningham, partió silenciosamente de Haifa. Así fue como un testigo ocular recordó el momento, “La Union Jack fue reducida y con la velocidad de una ejecución y el silencio de un barco que pasa en la noche, el dominio británico en Palestina llegó a su fin”(2). No había acaecido una transferencia formal de poderes de la autoridad del mandato a un nuevo gobierno local por la sencilla razón de que no había un gobierno de Palestina. Gran Bretaña no había logrado crear instituciones políticas en su mandato, en lugar de dejar a las comunidades árabe y judía para luchar por la supremacía. En esta lucha, la comunidad judía salió victoriosa; Pocas horas después de la partida del Alto Comisionado Cunningham, Ben Gurion proclamó la independencia del estado de Israel. El nuevo estado fue reconocido inmediatamente por los Estados Unidos y la Unión Soviética.
La primera guerra árabe – israelí.
 El 15 de mayo de 1948, unidades de los ejércitos de Egipto, Siria, Líbano, Transjordania e Irak invadieron Israel, lanzando una guerra regional, intercalada con varias treguas, que duró hasta diciembre de 1948 y resultó en la derrota de las fuerzas árabes, en la ampliación del territorio israelí y el colapso de la propuesta de la ONU para un estado árabe palestino.
 Aparentemente operando bajo la autoridad unificada de la Liga Árabe, cada uno de los estados árabes que participaron en la invasión de hecho colocó por delante sus propios intereses. Por lo tanto, la invasión de Israel se vio obstaculizada desde el principio por las rivalidades políticas inter-árabes que, a su vez, llevaron a una falta de coordinación en el campo de batalla. Además, las fuerzas árabes, con la excepción de la Legión árabe del Rey Abdallah, no sólo estaban mal preparadas, mal equipadas y mal dirigidas; sino que también fueron superados en número. La leyenda de un Israel recién nacido e indefenso que enfrenta el ataque de hordas de soldados árabes, no corresponde a la realidad. Durante la primera ronda de combates entre el 15 de mayo y el 11 de junio de 1948, los ejércitos árabes combinados sumaron alrededor de 21.500, mientras que Haganah y sus unidades afiliadas desplegaron una fuerza de unos 30.000. Los números, por supuesto, no cuentan toda la historia. Las fuerzas israelíes, bajo el mando estratégico general de Ben-Gurion, estaban motivadas por la creencia de que estaban comprometidas en una lucha de vida o muerte por la existencia misma de un estado judío. Se desempeñaron excepcionalmente bien, exhibiendo la audacia e improvisación en el combate que caracterizó al ejército israelí en sus guerras posteriores. En el momento del primer armisticio de la ONU en junio, los ataques árabes habían sido rechazados en todos los frentes, excepto en Jerusalén, donde la Legión Árabe tomó Jerusalén Oriental y las fuerzas israelíes sostuvieron la nueva parte occidental de la ciudad. Aunque ambos bandos utilizaron la tregua para mejorar sus armamentos, los israelíes entraron en la siguiente ronda de combate (del 9 al 18 de julio) con fuerzas marcadamente superiores. La dimensión de la Haganah se duplicó y su poder de fuego aumentó sustancialmente con la adquisición de suministros de armas pequeñas, equipo pesado e incluso algunos aviones de Europa. Cuando el segundo armisticio entró en vigor en julio, se aseguró la victoria israelí.
 En el transcurso de los próximos doce meses, cada uno de los estados árabes beligerantes concluyó un acuerdo de armisticio con Israel. Estos acuerdos no eran tratados de paz y no constituían el reconocimiento de Israel por parte de los signatarios árabes; simplemente estabilizaron las fronteras del alto el fuego sin aceptarlas como definitivas. Palestina había sido efectivamente dividida entre Israel, Egipto (que permanecía en la ocupación de la Franja de Gaza) y Transjordania (que había tomado la antigua ciudad de Jerusalén y el territorio al oeste del río Jordán).
No sólo no había un estado árabe palestino, sino que la gran mayoría de la población árabe en el territorio que se convirtió en Israel, más de 700,000 personas, se habían convertido en refugiados. La huida árabe de Palestina comenzó durante la guerra intercomunitaria y fue al principio la reacción normal de una población civil a los combates cercanos: una evacuación temporal de la zona de combate con planes de regresar una vez que cesaran las hostilidades. Sin embargo, durante la primavera y a principios del verano de 1948, la huida de los árabes palestinos se transformó en un éxodo masivo permanente, cuando los aldeanos abandonaron su suelo ancestral y los habitantes de las ciudades dejaron sus casas y negocios. Una vez que comenzó el vuelo árabe, fue alentado por la Haganah. Con el fin de asegurar el interior del estado israelí y proteger los asentamientos judíos que se encuentran fuera de las fronteras decretadas por la ONU, la Haganah en abril de 1948 autorizó una campaña contra pueblos árabes potencialmente hostiles. Conocida como el Plan D, la campaña “fue para la conquista y la ocupación permanente, o la nivelación, de pueblos y ciudades árabes”(3). Los oficiales de campo de Haganah interpretaron que el Plan D les daba autoridad para emprender la expulsión sistemática de los árabes palestinos que viven en el área asignados al estado judío, así como a aquellos cuyos pueblos estaban situados justo dentro del territorio otorgado al estado árabe. La implementación del Plan D intensificó los temores que ya existían entre la población árabe y contribuyó a la huida que pronto tomó un impulso irreversible. Mientras cientos de miles de civiles árabes se dirigían a las fronteras, el comando israelí aprovechó la oportunidad que se presentó, para garantizar un estado judío contiguo y homogéneo con una sólida mayoría judía. A lo largo del resto de 1948 y en 1949, hubo incidentes de expulsión forzada de árabes. Como resultado, para cuando se concluyó el último acuerdo de armisticio en 1949, sólo quedaban 160.000 árabes dentro de las fronteras de Israel.
 La mayoría de los que habían huido o habían sido deportados eran indigentes y estaban hacinados en campos de refugiados en varios estados árabes. La creación enérgica del estado de Israel reemplazó el problema de los refugiados judíos europeos con un problema de refugiados del Medio Oriente que ha causado grandes sufrimientos personales y disturbios políticos regionales desde entonces.
 Además de dar lugar a la tragedia de los palestinos desplazados, la decisiva victoria militar israelí, conocida como la Guerra de la Independencia en Israel, sobre las fuerzas árabes invasoras desacreditó a los regímenes que habían ordenado el combate a unidades no preparadas. La derrota árabe tomó un tono de civilización, provocando un auto examen crítico de las bases sociales y políticas de la vida árabe. Uno de los comentarios árabes más influyentes sobre el tema, The Meaning of the Disaster de Constantine Zurayq, recibió una difusión tan generalizada que convirtió al término desastre (disaster) en sinónimo de la derrota árabe de 1948. Esa derrota, y su condena generalizada entre los árabes, transformaron la lucha original entre los habitantes árabes y judíos de Palestina en el trágico conflicto árabe-israelí.
 
Conclusión.
 Desde la perspectiva de las relaciones entre los estados, la década de 1940 fue un período de profundos cambios en el Medio Oriente. La creación de Israel, la huida y la falta de vivienda de varios cientos de miles de palestinos, la formación de la Liga Árabe, el logro de la independencia de los estados árabes centrales y el declive de Gran Bretaña y Francia y el surgimiento de Estados Unidos y la Unión Soviética Las potencias mundiales representaron claramente nuevos y significativos desarrollos para la región. A pesar de esto, en el ámbito de la política interna, hubo un cambio notablemente pequeño. Con la excepción del joven Sha de Irán, los monarcas gobernantes de 1949 habían estado en sus tronos en la década de 1930, y los hombres que ocuparon el cargo de primeros ministros y presidentes en 1949 habían desempeñado funciones similares en la década de 1930.
 En varios países, especialmente en los populosos estados árabes, esta elite gobernante ya no representaba las aspiraciones de su pueblo. Se vio que perpetuaban un antiguo orden de corrupción y privilegio y que debían su poder político a su voluntad de cooperar con las fuerzas del imperialismo. También se les consideró responsables de crear las circunstancias que llevaron al “desastre” de 1948. Lograron mantener sus posiciones durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, pero en la era emergente de la independencia nacional, la elite gobernante y los líderes del orden social y político que los apoyaba serían barridos por nuevas fuerzas de cambio.

Notas al pie de página.
  1. Charles D. Smith, Palestine and the Arab-Israeli Conflict, 4ta ed. (New York, 2001), p. 195.
  2. Citado en John Marlowe, The Seat of Pilate (Londres, 1959), p. 252.
  3. Benny Morris, The Birth of the Palestinian Refugee Problem, 1947–1949 (Cambridge, 1987), p. 63.

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